
Me encantan estos dibujos, me encanta este artista. Se llama Lui Liu, y supongo que con ese nombre, aunque no me gustase tanto también le tendría cariño. Es gracioso. Bueno, realmente no lo es tanto.
Me hace gracia que de alguna manera tenga relación con Canada. Como Cronenberg. Supongo que el abono que usan allí para la imaginación es especial.
Esas piezas me recuerdan a los pequeños trozos de vida, a los recuerdos inolvidables que construyen el suelo que pisamos. Tantos momentos especiales que perfilan un suelo inacabado pero lindo en el que uno puede andar descalzo, casi desnudo. Un espacio privado dibujado a retales sobre un fondo oscuro.
La inocencia de una vida que es un juego. Me gusta pensar que construirse el propio espacio no es albañilería, que conlleva la alegría de jugar la propia vida infinitas veces con piezas que saltan a nuestras manos. Imagino que algunas de las piezas son para siempre, uno no puede desprenderse de todas a la vez sin caer. Otras sin embargo vuelan. Tal vez dejen un agujerito en el que tropezar pero no por ello deslucen el conjunto. Me da lastima pensar que haya piezas que hayan volado ya, igual que me preocupa ser una pieza voladora en el puzzle de otros. Pero eso es la vida.
A partir de ahora voy a intentar no pelearme tanto con la vida, supongo que hay piezas que simplemente no encajan. Por más que uno quiera encajar en otros puzzles sólo estropearía el conjunto. No quiero eso. Quiero ser una pequeña pieza sin importancia, de esas que como no molestan todo el mundo está dispuesto a incluir en su vida. Así podré recrearme en la belleza de la vida de los demás y construir mi puzzle de recuerdos. Ya tengo muchos, ojalá ninguno vuele. Estoy seguro de que me regalarás muchos más pero mientras tanto, gracias por haber llenado mi vida de colores.
Me hace gracia que de alguna manera tenga relación con Canada. Como Cronenberg. Supongo que el abono que usan allí para la imaginación es especial.
Esas piezas me recuerdan a los pequeños trozos de vida, a los recuerdos inolvidables que construyen el suelo que pisamos. Tantos momentos especiales que perfilan un suelo inacabado pero lindo en el que uno puede andar descalzo, casi desnudo. Un espacio privado dibujado a retales sobre un fondo oscuro.
La inocencia de una vida que es un juego. Me gusta pensar que construirse el propio espacio no es albañilería, que conlleva la alegría de jugar la propia vida infinitas veces con piezas que saltan a nuestras manos. Imagino que algunas de las piezas son para siempre, uno no puede desprenderse de todas a la vez sin caer. Otras sin embargo vuelan. Tal vez dejen un agujerito en el que tropezar pero no por ello deslucen el conjunto. Me da lastima pensar que haya piezas que hayan volado ya, igual que me preocupa ser una pieza voladora en el puzzle de otros. Pero eso es la vida.
A partir de ahora voy a intentar no pelearme tanto con la vida, supongo que hay piezas que simplemente no encajan. Por más que uno quiera encajar en otros puzzles sólo estropearía el conjunto. No quiero eso. Quiero ser una pequeña pieza sin importancia, de esas que como no molestan todo el mundo está dispuesto a incluir en su vida. Así podré recrearme en la belleza de la vida de los demás y construir mi puzzle de recuerdos. Ya tengo muchos, ojalá ninguno vuele. Estoy seguro de que me regalarás muchos más pero mientras tanto, gracias por haber llenado mi vida de colores.
1 comentario:
Regalarte mil recuerdos más que sean realidad.
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