miércoles, 17 de enero de 2007

Gominolas

Hoy, de vuelta a casa, he pasado por el videoclub para comprar unas gominolas como de costumbre. Mientras las miraba y elegía me ha asaltado un pensamiento que últimamente me acechaba. Sé que comprar gominolas, al margen de denotar que no he superado del todo mi infancia, no tiene nada de particular. Siempre lo he hecho y, probablemente, nunca deje de hacerlo.

Bien, dicho esto me he dado cuenta, hasta que punto una persona puede cambiar la manera de entender el más mínimo acto. He recordado, sin querer y de golpe, todos los momentos que compartimos con una bolsa de gominolasen las manos. Me han venido a la mente esos regalices enormes que comíamos juntos, rojos sólo o con ese hilillo de nata. No he olvidado tampoco los chinos junto a tu casa, el rito de elegir dos de cada, para poder saborear, ambos, los mismos dulces.

Supongo que, en cierto modo, es un momento que me hizo infinitas veces feliz y, por eso, en esta soledad absoluta, mi memoria no permite que piense que todo lo vivido fuera tan malo. Pasear con esas pequeñas bolsas de plástico, mirando con envidia cómo te quedaba aún una a veces, fingiendo estar saciado para que pudieras seguir comiendo otras. Felicidad a dentelladas; compartir, haciendo honor al nombre con que te conocí, pequeños instantes azucarados; morder, con un poco de suerte, media gominola que esperaba entre tus dientes y besarte después. Es probable que esté enfermo de melancolía, pero al menos descubro, que tengo millones de recuerdos de colores que llevarme a la boca, y no olvidar que alguna vez fui FELIZ contigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguna vez feliz... millones de veces que conjuntamente forman millones de recuerdos de una muy linda historia. Maite zaitut beti.