

Nunca me he dejado barba por ellos, pero tampoco sería descabellado. Hoy lo es menos aún, peleando porque quienes vienen por detrás agiten sus conciencias y sus cuerpos. Yo no soy nadie, ojalá pudiera ser los nadies, pero ni tan siquiera eso. Pero me resisto a admitir que este mundo es el único que podemos tener, que los males que nos aquejan son inevitables. Gente nacida del desencanto, de la traición del olvido merece la oportunidad que otros no supimos aprovechar.
Yo aún me apasiono hablando con/sobre/de Marx, imaginándome junto al joven Ernesto en motocicleta. Fueron humanos y, por tanto, se equivocaron mucho. Pero podemos seguir cultivando la semilla de su legado. Sólo con que un joven lo entendiera me daría por satisfecho. Tal vez ellos, que aún no tienen barba, descubran que ser feliz es una enorme injusticia y que pasar despistado junto a la desigualdad no es disculpa.
P.d. : Hoy sueño contigo, hoy revolución.
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