Llevo casi un mes entero acunándome en el silencio. Intento callar para que palabras que no volveré a escuchar no retumben en mi cabeza, esperar que el murmullo de tristes canciones no traspase los límites de mi conciencia. Es inútil. Al menos para mí lo es. La realidad me grita, los vacíos reclaman que no olvide quién es su dueño. Recuerdos vivos de instantes eternos me embargan a traición y no consigo resistirme, me dejo llevar.
Por lo menos ya casi no molesto, he conseguido hacerme invisible y no estorbar. Pequeña conquista. He alcanzado por fin la atalaya desde la que ver partir los barcos que no tienen sitio para mí. Marinero en tierra navegando lágrimas saladas. De un modo extraño soy feliz abarcando el horizonte con mi mirada. Vislumbro promesas de presente y futuro para aquellos a quienes no supe hacer feliz.
Camino, (dejar de pasear sería demasiada condena), entre multitudes ajenas a mis pesares. Les veo reír y jugar, ir y venir, pararse y luchar. Es lindo. La vida es linda aunque sea sólo para contemplarla como espectador. Vuestros logros son mis triunfos, vuestros sueños mis esperanzas. Parece que he logrado vaciarme de dolor y, así, vivir infinitas vidas, las vuestras, las no-mías.
Es gracioso que, aún así, esto no sea una derrota. No renuncio, ni pierdo, no me doy por vencido. Simplemente elijo compartir sueños que todavía pueden cumplirse, fantasear con caricias que no tardarán en llegar, abandonar la pesada carga que soy yo mismo. Soy niño y anciano a la vez, poeta y amante, sorprendido a cada paso por rutinas extranjeras. Ya casi no me echo de menos, no estoy sólo, soy muchos, soy todos. Las voces que oigo ya casi nunca son las de la melancolía. Sólo a veces. Esas veces en que escucho tu voz susurrando mi nombre y me ahogo mientras el silencio apaga su eco.
Por lo menos ya casi no molesto, he conseguido hacerme invisible y no estorbar. Pequeña conquista. He alcanzado por fin la atalaya desde la que ver partir los barcos que no tienen sitio para mí. Marinero en tierra navegando lágrimas saladas. De un modo extraño soy feliz abarcando el horizonte con mi mirada. Vislumbro promesas de presente y futuro para aquellos a quienes no supe hacer feliz.
Camino, (dejar de pasear sería demasiada condena), entre multitudes ajenas a mis pesares. Les veo reír y jugar, ir y venir, pararse y luchar. Es lindo. La vida es linda aunque sea sólo para contemplarla como espectador. Vuestros logros son mis triunfos, vuestros sueños mis esperanzas. Parece que he logrado vaciarme de dolor y, así, vivir infinitas vidas, las vuestras, las no-mías.
Es gracioso que, aún así, esto no sea una derrota. No renuncio, ni pierdo, no me doy por vencido. Simplemente elijo compartir sueños que todavía pueden cumplirse, fantasear con caricias que no tardarán en llegar, abandonar la pesada carga que soy yo mismo. Soy niño y anciano a la vez, poeta y amante, sorprendido a cada paso por rutinas extranjeras. Ya casi no me echo de menos, no estoy sólo, soy muchos, soy todos. Las voces que oigo ya casi nunca son las de la melancolía. Sólo a veces. Esas veces en que escucho tu voz susurrando mi nombre y me ahogo mientras el silencio apaga su eco.